Cuando la persona tóxica eres tú

Imagina que un día te levantas de la cama y has aprendido, no sólo a hacerte las preguntas correctas, sino también a encontrar las respuestas que no sabías que estaban dentro de ti. Para conseguirlo, también te has llevado por delante a esa voz interna que vive dentro de tu mente. Sí, a esa madrastra de cuento que te susurra al oído, que no eres capaz de esto o de lo otro y que, si lo intentas, algo va a salir muy mal.

La que te ha inculcado que siempre tengas miedo a atreverte a realizar grandes cambios en tu vida, porque se abrirá una grieta en el suelo y comenzará a brotar lava volcánica, si no le haces caso. Te dice que no te apuntes a clases de pintura porque no es lo tuyo, además abandonarás y lo dejarás a medias, como todo lo que emprendes. Esa que murmura espejismos para que te saltes todos los límites habidos y por haber en tus relaciones personales, con tal de que consigas la aceptación de los demás y les caigas bien.

Lo prioritario nunca es quererte, es que te quieran. Aunque sabes que no suena muy sano, siempre le has hecho caso, al menos hasta ahora que ya has aprendido a ignorar a tu voz crítica.

Imagina que te despiertas y ya no hay rumiaciones eternas de pensamientos, de esas que solo hallan un sentimiento de culpa como respuesta, por no poder frenarlas. Que ahora eres capaz de hacer una lectura positiva de cada pequeño o gran tropiezo de la vida diaria, y valoras hasta la cosa más diminuta e imperceptible que te sucede, como un gran regalo. Ya no te afectan como antes las exigencias de tu trabajo, ni la hipocresía de algunos compañeros, jefes o subordinados desagradecidos.

Además, logras descansar sin sentirte culpable ni vago por tener un plato sin fregar en la pila, por no haberte apuntado al gimnasio o haber pospuesto de nuevo el comienzo del curso online de inglés. Ahora eres capaz de concentrarte en una tarea con todo tu potencial. Te gustas, te gustas mucho y de un modo muy sano. Y cuando llega la noche, te sientes agradecido por otro día más en tu vida en el que has aprendido un poco más de ti mismo.

Imagina que culminas ese día durmiendo a pierna suelta y sin preocupaciones irracionales. Eres consciente de que tienes responsabilidades, tareas pendientes y sueños sin realizar, pero ya no te aplastan con el peso de una montaña de culpabilidad y dudas. Has comprendido que la felicidad incluye estar triste y tener problemas. Has encontrado control, equilibrio, sentido y estás en paz.

Si piensas que lo que has leído es ciencia ficción, aunque sea en parte, déjame decirte que eres una persona tóxica. No, no te sientas insultado, porque no me refiero a que lo seas para los demás, me refiero a que lo eres para ti mismo. Soy consciente de que, en parte, el medio puede ser el culpable, pero no es algo que esté en nuestras manos cambiar. Este libro pone énfasis en donde sí puedes actuar, que es en ti, y también en cómo estás interpretando ese medio en el que te desenvuelves, lleno de acontecimientos, personas y objetos, al que has sentenciado como responsable de gran parte de tus pesares.

A lo largo de las siguientes páginas comprenderás, aplicando los ejercicios y recomendaciones, cómo decenas de convicciones han colonizado tu mente, en qué te están limitando y por qué muchas están cargadas de negatividad. Tranquilo, la buena noticia es que no es culpa tuya y que tiene solución.

Aplicando las sencillas herramientas del método VEGA, el cual veremos más adelante, todo irá encajando y tomando forma. Trabajaremos en cómo anular nuestra voz crítica, aprenderemos a librarnos de ese gran mal moderno que es descansar con sentimientos de culpa, profundizaremos en nuestro autoconocimiento subiendo un escalón tras otro, y lo haremos todo desde el pensamiento positivo y trabajando nuestro sentido de gratitud.

Juan Carlos Carrasco (Gijón, 1974) es coach personal, asesor, mentor y experto en personas con sensibilidad de procesamiento sensorial.

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